jueves, 28 de enero de 2010

De raíz.

No es que yo fuese víctima de una sensibilidad desorbitada. Ya, a una edad temprana, la vida me confeccionó una armadura para amortiguar sus golpes y para sentir como solo puede sentir un individuo que vive y muere cada día dentro del marco que delimitan los trazos de la razón. Fue el único detalle amable que tuvo conmigo.

Y os burlais de mí porque traigo tierra y un tiesto para trasplantarla... Ya os dije que he conocido a muchas mujeres y que no, aún no se qué es hacer el amor, que no entiendo por qué insistimos en elevarlo a una dimensión espiritual, a un místico acto de íntima conexión..., cuando no hay nada más terrenal que la búsqueda del placer carnal, el follar por follar...

Soy reservado y conocéis mi orgullo, pero con vosotras, que no se os puede mentir, seré sincero. Es cierto que ella venía conmigo y supe sacarle partido. Quise mostrar la parte sensible que no tengo y con pocas monedas compré esta planta y la apariencia de jardinero fiel. Pero nunca será la idea improvisada de aquel instante. Hacía tiempo que quería comprar una planta y saciar esa necesidad de sentirme algo útil, algo imprescindible. Opté por hacerme cargo de un ser vivo, nada mejor que una planta. Una planta puede morir sin dejar el más mínimo peso en la conciencia. A mi parecer, son menos afectivas que un perro, por ejemplo. No es que tema coger cariño a un perro o a cualquier otro animal doméstico, pero hablamos también de otros dos factores, tiempo y responsabilidad, y en lo que a esto respecta, son incomparables. Bastante tiene el ser humano con aprender a domarse a sí mismo cada día.
Ya os dije que soy uno de los pocos que puede presumir de ser un asqueroso insensible. Y no por ello la vida me va peor.

La ocasión requería escoger la planta perfecta, aquella con brotes de flor roja. Me disponía a pagar cuando el dependiente pronunció el nombre de la planta. Antes de intentar repetir aquel nombre tan enrevesado ella se adelantó: "Llamémosla como el título de tu canción preferida, es también un bonito nombre para tu planta ...". Qué idea tan brillante. Estoy seguro de que es una sensiblona, pero ingenio no le falta. De algunas malas hierbas también se obtiene algún fruto.

Fotografía: César SV.
Y sí, como veis, aquí traigo tierra para trasplantarla. Y mirad, he pintado su nombre en el tiesto y la fecha de ayer. Creo que cuando ella la vea le gustará... ¿Miedo?, claro que no, es una simple planta y además, no se va a morir. ¿Miedo a qué? ¿A que quede en un rincón?¿A que la pintura de su nombre se desprenda y la mirada devastadora del tiempo descascarille su tiesto? ¿A que sus raíces mueran si conocer una tierra fértil donde agarrar?. Nunca compartí ese miedo. Nunca entendí a los que se toman la licencia de ilusionarse con el más mínimo detalle y luego, pobres de ellos, se sientan sobre el propio miedo de salir corriendo. Y si hoy mis labios están endurecidos es porque nunca tuve que hacer frente a ese miedo.
Y no me mireis así, estoy harto de vuestra indiferencia. No quiero que me deis la razón como a un loco. No quiero volver a escuchar que vosotras solo habéis salido de una nube para precipitar, rodar en el cristal y regresar por donde habéis venido. Y nada más.
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"...El amor ahuyenta el miedo y, recíprocamente, el miedo ahuyenta al amor. Y no solo el amor el miedo expulsa; también la inteligencia, la bondad, todo pensamiento de belleza y verdad, y solo queda la desesperación muda; y al final el miedo llega a expulsar de la persona la humanidad misma..."
HUXLEY.

martes, 26 de enero de 2010

Pictograma de un vendaval.

- Terminé la sopa, señor.

- Veo que tenías hambre chico, trae el plato, te echaré un poco más.

-Gracias señor, es usted muy amable...

- Cuentame entonces..., dices que la tempestad mató a tu abuelo, ¿Acaso le sorprendió fuera de casa?

-No, señor. Cuando llegó el huracán mi abuelo y yo corrimos hacia la caseta donde guardábamos las herramientas, cerca de nuestra chabola, y allí dormimos hacinados en aquel pequeño espacio.

- No entiendo entonces por qué dices que murió por culpa del temporal...

Ilustración: César SV.
- Porque el huracán se llevó el huerto. Arrancó todo lo que había cultivado, y removió la tierra que tanto había trabajado.

- Entiendo...

-Murió de pena señor, el huerto era nuestro único medio de vida. Era su vida. Murió a los dos días. Nada más llegó de sembrar otra vez y ¡Plaff!, cayó muerto en la entrada de nuestra chabola... Más sopa, por favor...

- Aquí tienes.¿Y qué sembró chico, qué fue lo último que sembró tu abuelo?

- Sal, señor. Le vi sembrar sal.